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LAS CICA-CREMES O CREMAS CICA

Vicky moraleda
By blank
10 de enero de 2022

Las Cica-cremes, o cremas Cica, se llaman así por dos motivos: el primero, por el término francés cicatrice (cicatriz en español), y, en segundo lugar, en referencia a la centella asiática, una hierba empleada desde hace cientos de años en la medicina tradicional china y considerada uno de los ingredientes más efectivos para regenerar la piel dañada.
A esta planta también se la conoce como Tigergrass o hierba de tigre, porque cuando estos animales estaban heridos se revolcaban sobre esta hierba por su capacidad de alivio.
Se sabe que aplicada de manera tópica ayuda a calmar quemaduras y heridas, así como el eccema, el acné y la piel irritable, sensible o propensa a las alergias. Pero en los últimos tiempos “las cica” son también conocidas por sus increíbles propiedades regenerativas y anti-envejecimiento.

Algunos estudios han demostrado que la centella asiática (procedente de la planta gotu kola) también puede ayudar con otra serie de beneficios sobre la piel: la hidratación y la proliferación de fibroblastos (o la parte de nuestras células que sintetiza colágeno y elastina).

De hecho, si algo ha puesto a estos bálsamos en el objetivo de la cosmética es su triple acción frente a cicatrices, signos del envejecimiento y pieles alteradas.

¿Y si las arrugas fueran, en el fondo, cicatrices de la piel?
Es algo en lo que la dermocosmética coincide, desde las farmacias francesas a las cremas coreanas que están revolucionando el sector: en cierto modo, las arrugas no dejan de ser cicatrices.
De hecho, no son tan diferentes. En ambos casos las fibras de colágeno y elástica se rompen y se ralentiza la síntesis del ácido hialurónico (esa gran reserva natural de retención de hidratación de la piel).

Las “cica” estimulan la renovación celular desde ese prisma: reparar la estructura de la piel, regenerar el daño y redensificar allá donde se haya perdido volumen, bien por una herida bien por una línea de expresión.

Este tipo de cremas, que cirujanos plásticos y estéticos llevan años recomendando a sus pacientes tras algunos tratamientos faciales, han evolucionado mucho desde los primeros bálsamos reparadores.
Aunque siguen creando una barrera gruesa en la piel, su textura ya no es tan densa (aunque siempre será más espesa que la de una hidratante habitual) y es no comedogénica (no obstruye los poros, con lo que no provoca granos o comedones).
Eso sí, los facialistas aseguran que su uso no debería ser diario, sino para las ocasiones en las que la piel necesita reparación, como por ejemplo tras un procedimiento estético o después de una exposición al frío. En ese caso, se utilizan una vez al día, siempre por la noche y como último paso de la rutina para crear una película protectora.

La investigación ha hecho que hoy existan distintos extractos de la centella asiática, como el madecassoside (capaz de estimular la síntesis natural de los colágenos cuyo deterioro está asociado al envejecimiento) y también ha descubierto que esta mejora su acción cuando es combinada con vitamina C (o ácido ascórbico). Otros principios botánicos, como la avena rhealba, se consideran igual de eficaces que esta planta como reafirmante y sostén de la piel.

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